jueves, 15 de enero de 2009

Capítulo 5: Pico pa'l que lo lee.

-Hueón, me cortaste, ¿por qué me cortaste?
-Ya sé lo que hay que hacer.
-Pero si no te he dicho lo que pasó.
-Hay que buscar al Claudio.

También le pregunté algunas cosas, como si le gustaba más comer o dormir, si le parecía bueno o malo el asunto de los castrati y en dónde mierda estaban los conchesumadres. Llamé a Claudio y le dije que fuera para ese lugar que después les voy a decir. Yo también fui para allá. Si ya me habían involucrado en la mierda que hubiesen hecho, yo no descansaría hasta hundirme completamente en ella. Primero, me duché en el cementerio de la cocaína. Después, agarré mis cosas, o sea ninguna, y salí a tomar una micro a San Pablo, en dirección hacia la Plaza de Armas –¿ven que les dije?

Anyway, no podíamos haber escogido un mejor horario para juntarnos. Eran las dos de la tarde y el sol era el luciente honor del cielo que en campos de zafiro pace estrellas. Como ahí el campo de zafiro era el Paseo Ahumada -que devolvía la luz solar hacia el sol-, las estrellas eran mis ojos que el calor pacía, calcinados por el puro intento de mirar hacia adelante. Ese domingo estaba inspirado, me sentía como un Aleph jugando a la Rayuela; así llegué donde estaban Coke, Erick y Claudio, que se veían muy afligidos animando a un jugador de ajedrez.

En pocas palabras, muerte y Tata. En muchas, nos sentamos los cuatro en una banca, donde nos explicaron a Claudio y a mí que la noche anterior me había transformado en pitonisa y les había dado un mensaje: "buscarán a Ratón y morirá Tata". Como todos sabemos, los Policías Jóvenes somos héroes trágicos, así que, aunque intentaron no ir a buscar a Ratón, Coke y Erick fueron a buscar a Ratón, tocaron la puerta de su casa y le reprodujeron el vaticinio, palabra por palabra. Luego, se dirigieron a la casa de Tata, en Renca, donde lo desnudaron y le dijeron que era anarquista, así que mucho gusto, pero chao. Ratón les encantó a los padres de Tata, por lo que terminaron adoptándolo. Ratón se quedó allí, mientras que Coke y Erick se marcharon después de un desayuno alto en calorías.

Era el turno de Claudio. Había venido a resolver la situación, así que aplicándose como abogado les dijo a Erick y a Coke lo que tenían a favor: en primer lugar, los anarquistas no eran nada ni nadie, así que si algo habían hecho Coke, Erick y Ratón, se lo habían hecho a nada y a nadie; segundo, Policías Jóvenes era un programa de televisión en el que se hacían montajes, un asesinato no podía ser real dentro de una ficción.

Como se necesitaban tres cosas para que la teoría fuera irrefutable, Coke dijo que tenía una casa en Coquimbo. Claudio y yo éramos cómplices, quizá esa fuera la excusa para acompañarlos.

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