domingo, 25 de enero de 2009

Capítulo 8: Coquimbo, ¿cómo estás?

Claudio, Erick, Coke y yo llegamos al terminal de buses a las nueve de la mañana de un día martes del mes de Enero y si creíste que me había olvidado del dinero estás muy equivocado, porque se lo robé a la mujer que me trajo al mundo.

El bus al que debíamos subir se dignó a aparecer cinco minutos más tarde de lo estipulado y, como lo intuía, se veía bastante horrible. La atención, por su parte, era excesivamente minimalista: la persona que acomodaba los bolsos era la misma que conducía el bus y la que cortaba los boletos. Estas circunstancias nos pusieron incómodos y tensos, razón por la cual no pudimos conciliar el sueño. Debimos pasarlo bien y reírnos mucho para olvidar los que parecían nuestros antónimos de asientos.

Cuando llegamos a Coquimbo, ya no nos quedaban ganas de seguir riéndonos, sino todo lo contrario. El chofer, por su parte, venía visiblemente irritado. Le faltó poco para tirarnos los bolsos en la cara. Claudio se enojó con él y le dijo lo que sentía, pero el tipo contestó pésimo. Yo intenté corregirlo, pero Erick ya estaba abalanzado sobre el monstruo.

Para nuestro orgullo, Erick llevaba las de ganar. Sin embargo, unos guardias de seguridad del terminal vieron lo que estaba pasando y empezaron a correr hacia nosotros. Tuvimos que tomar rápidamente nuestras cosas y arrancar hacia una caleta para subirnos a un colectivo y arrancar más. Específicamente, hacia Sindempart.

Mal. Todo había empezado mal. Se suponía que teníamos que pasar desapercibidos y recién a la llegada nos habíamos metido en un remolino. ¡Éramos fugitivos! Se nos olvidaba constantemente. Si alguien se enteraba de quiénes éramos nosotros daría aviso a Carabineros. Tata ya debía haberse encargado de pegar carteles con nuestras fotografías, a lo largo de todo Santiago, ofreciendo recompensa. Debía haber esparcido la noticia de que Coke y Erick habían matado a Ratón, a través de todos los medios de comunicación posibles, pero ¿habían matado Coke y Erick a Ratón, realmente?

Nadie decía una palabra. El chofer del colectivo, mientras tanto, no paraba de hablar, para aliviar la tensión. Yo miraba la ventana, como los demás, mientras él decía que las mujeres llegaban a Coquimbo con las mochilas llenas de condones; que traían condones de colores; que la comida era buena; que estaba cansado y que quería dormir; etc. ¡No sabía con quién estaba hablando! Nosotros éramos seres espirituales. Platónicos. Los Policías Jóvenes no comíamos, no dormíamos ni nos reproducíamos. Qué sabía este gordo grasiento, mundano de mierda. Que se metiera por el hoyo sus problemas humanos, pensaba, mientras me ponía los audífonos para no escucharlo. Después, bajé la ventanilla. Miré la playa y respiré la brisa acompasada. Lo único que quería era flotar en el mar, de cara al sol, hasta morir aplastado por la inmensidad de ambos.

Cuando cerré la ventanilla, miré a Erick y me dí cuenta de que era demasiado tarde: estaba ahorcando al chofer. Debía estar expulsando la ira que los guardias de seguridad le habían interrumpido a mitad de camino. El colectivo se movía para todos lados. Al mismo tiempo, Coke se disputaba el pedal del acelerador con el pie del chofer. Claudio saltaba como mono. ¿Qué estaba haciendo yo con los audífonos puestos?

-¡Por favor! –decía el chofer.
-Mira la vocecita maestra que le sale al maestro –decía Erick.
-¿Nos está haciendo burla, Claudio? ¿Acelero? –decía Coke.
-¡No, por favor, no! –decía el chofer.

Como el colectivo iba en un frenético movimiento zigzagueante, Claudio se puso a vomitar en el brazo de Erick, quien -mientras ahorcaba al chofer- trataba de acercar esa sección de su cuerpo a la cara de Coke, quien ponía todo de su parte para lamerla al mismo tiempo que aceleraba el colectivo. Mientras tanto, yo registraba obsesivamente la guantera del automóvil, para terminar con toda esta batahola que se había formado, hasta que encontré lo que buscaba: una pistola cargada. ¡Y maté al colectivero, lo maté!

Pero nadie decía una palabra. El chofer del colectivo, mientras tanto, no paraba de hablar, para aliviar la tensión.

1 comentario:

  1. este capitulo se esta transformando en mi favorito, a no ser que suban otro igual o mejor de bueno que este.
    un saludo formal para todos los "Pe Jotas".
    =*

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